sábado, 18 de mayo de 2013

QUE NO APAGUEN TU RADIO

                                   



Amo la radio, creo que ya me lo habrán leido en alguna ocasión, pertenezco a una generación en la que las cosas eran muy distintas a como son hoy en dia. Es difícil que en la actualidad un chico joven entienda que en aquellos años, por ejemplo, aunque había televisión, esta distaba mucho de la que hoy podemos disfrutar, la programación era muy escasa y abarcaba solo unas pocas horas en el dia, nada que ver, por tanto, con el constante bombardeo de canales a los que estamos acostumbrados en los tiempos que corren. Tampoco teníamos internet, ni consolas de videojuegos con las que pasarnos las horas muertas. No, no había nada de eso, así que para los de mi generación y generaciones anteriores, la radio cobraba una importancia tremenda en las casas, tal es así que no sería descabellado decir que ese aparatito se convertía la mayoría de las veces en un miembro más de la familia. Ese viejo aparato vertía voces amigas, que nos acompañaban a la hora de comer, nos contaban historias en las famosas radionovelas vespertinas y en las noches nos hacían compañía hasta que nos vencía el sueño.

Muchos recuerdos de mi niñez y de mi adolescencia van inexorablemente unidos a los sonidos de la radio, aun hoy recuerdo con nostalgia aquellas comidas en casa de mi abuela mientras escuchabamos las noticias y sucedidos locales en Radio Rioja EAJ 18, que quiero recordar era la nomenclatura de la emisora que se escuchaba, por defecto prácticamente en todas las casas de mi ciudad.

Tengo que agradecerle a mi familia, pues crecí viendo como la radio les acompañaba en sus quehaceres cotidianos, mi padre, de profesión relojero, pasaba sus ocho horas de trabajo en un tallercito chico y con la constante compañía del transistor, por si fuera poco, cuando llegaba a casa, seguía trabajando en un pequeño cuartito, por supuesto con la infaltable compañía de la radio. Mi madre, que no ha sido nunca muy buena a la hora de conciliar el sueño, encontraba siempre una voz amiga que le hacía compañía hasta el momento en que Morfeo se decidía a visitarla.

Con estos antecedentes era complicado que yo no fuese un amante de las ondas hertzianas, me acostaba escuchando El Larguero, un programa deportivo en la media noche, a veces, cuando el sueño tardaba en llegar oia Hablar por hablar, un programa de madrugada en el que la gente solía contar sus problemas y buscaba como mitigar su soledad. Al dia siguiente y ya desde bien temprano, la radio me informaba de lo que había sucedido y lo que estaba por suceder, mientras desayunaba y más tarde seguía acompañándome mientras hacía en el coche el trayecto hasta el trabajo.

Algunos años más tarde, y ya de este lado del mundo, tuve la enorme fortuna de poder participar activamente en un programa de radio, nunca se me había pasado por la cabeza que iba a tener la oportunidad de hacerlo, y la misma me llegó de la mano del amigo Bocha, un gran tipo y gran comunicador con el que siempre estaré en deuda por este motivo.

En fin, que me encanta la radio y seguramente me va a acompañar hasta el final, porque nunca voy a dejar que nadie apague mi radio, te invito a que hagas lo mismo.