lunes, 15 de diciembre de 2014

EL RUIDO DEL SILENCIO

BAR SORIANO






Dicen que los nacionalismos se curan viajando y yo coincido bastante con esa aseveración, a menudo cuando uno no ha salido demasiado de su terruño se tiende a pensar que lo nuestro es lo mejor y lo único válido, y por ende por ahí fuera no tienen ni repajolera idea de hacer las cosas. Doy fe de que uno no se da realmente cuenta de como es o incluso de los defectos que podemos llegar a tener hasta que no se toma cierta distancia respecto a nuestro lugar de origen, les puedo asegurar que la experiencia de vivir un tiempo fuera y volver un dia hace que te des cuenta de muchas cosas y de muchos comportamientos que hasta entonces te parecían de lo más normal, pero que ahora te hacen ruido.

Una de los comportamientos que más se nos reprocha a los españoles es que somos muy gritones en público, que tenemos un timbre de voz demasiado elevado. He de decir que mientras que estuve en España, sinceramente nunca me percaté de ello, algo que achaco seguramente al acostumbramiento, pero me bastó un tiempito corto fuera de mi país para darme cuenta que no exageraban lo más mínimo quienes así opinaban.

Recuerdo que llevaba yo poquitas semanas en Argentina cuando una tarde de domingo se nos dio por entrar a una casa de te, valga señalar que la zona en la que resido fue fundada por emigrantes galeses que en su dia llegaron a estas tierras en busca de un futuro mejor, y por lo tanto, por estos lares están muy enraizados esos lugares en los que se sirve el famoso Te Galés y sus tortas correspondientes. Pero bueno, no nos desviemos, y menos en público, me había quedado en que entré a degustar un rico te galés, el lugar no era demasiado grande y a decir verdad tampoco es que hubiese mucha gente, pero aun es el dia de hoy que recuerdo nítidamente el silencio, tanto es así, que tanto silencio me hizo ruido. Habían tres o cuatro familias en sus respectivas mesas, y puedo asegurar que no estaban calladas, mantenían conversaciones, pero juro que casi eran perceptibles. En aquel momento no pude dejar de acordarme de mi tierra y de como sería esa misma escena trasplantada a cualquier bar o cafetería de la misma, no me fue difícil el ejercicio, imaginaba el guirigay, el bullicio, el vocerío ensordecedor al que seguramente hubiesemos estado sometidos y no pude por menos que esbozar una sonrisa.

Unos años más tarde volví a mi ciudad de vacaciones y ya no me acordaba del asunto de marras, hasta que entré al primer bar tras mi regreso, y ahí si, ahí volví a sentir en carne propia como somos, gritones, si, barulleros, también, escandalosos, puede, pero ¿saben que?, en ese momento tuve que ahogar el grito que pugnaba por salir de mi garganta, que no era otro que el "yo soy español, español, español".........